Amables a Regañadientes: todas tenemos malos días, todas tenemos pacientes con los que no nos llevamos bien, no podemos estar “encendidas” 100% del tiempo… pero ¿no es eso lo que se espera de nosotras? La imagen que se tiene de las enfermeras es la de buenas y amables cuidadoras que siempre hacen sonreír a la gente (o al menos eso es a lo que yo aspiro). Por eso, incluso en nuestros peores momentos, cuando los problemas de nuestra propia casa nos hunden y no hemos dormido porque nuestro hijo ha estado despierto tosiendo gran parte de la noche, nos tiramos el pelo para atrás, nos plantamos una sonrisa en la cara, apretamos los dientes y decimos, “Buenos días Sra. Johnson, voy a ser su enfermera hoy, ¿necesita algo?” Aunque algunos días lo hacemos a regañadientes, siempre intentamos ser amables.

Auténticas Cuidadoras: sí, los médicos son los que prescriben y hacen operaciones quirúrgicas. Pero las enfermeras diplomadas son la gran fuerza cuidadora que permanece al lado de la cama. En un hospital pediátrico, cuando los padres no pueden quedarse por la noche, es la enfermera la que abraza y da de comer al bebé. Cuando la mala noticia de que el cáncer se ha extendido pilla por sorpresa a la familia, es la enfermera la que escucha pacientemente y la que sostiene la mano del paciente mientras hace quimio. Cuando una recuperación milagrosa permite al paciente abandonar el hospital por su propio pie, son las enfermeras que han pasado infinidad de horas a su lado, las que se ponen en fila para abrazar al paciente cuando pasa. Esto es cuidar.

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