Ser una enfermera atareada a menudo significa estar exhausta…y hambrienta. ¿Te resultan familiares algunas de estas escenas?
Te das cuenta de que mencionas la comida en todas tus conversaciones.
Piensas en el hambre que tienes y te irritas un poquito… bueno, te irritas MUCHO.
Oyes que hay comida gratis en la sala de descanso y, bueno…
Entonces, el hambre te puede y comes mucho más de lo que necesitas.
Ves la oportunidad de comer y la aprovechas. (No pasa nada. ¡No lo contaremos!)
Encuentras un pequeño tentempié en tu bolsillo e intentas que dure… y dure…
Bebes litros y litros de agua con la esperanza de acabar con tu hambre.
Pero no es la solución.
Te pones un poco emocional cuando oyes los rítmicos sonidos de tu estómago vacío.
Te sientas a comer pero no importa lo hambrienta que estés, siempre antepones las necesidades de tus pacientes. Siempre.
Porque puede que estés hambrienta, pero eres una enfermera hambrienta.