Era un día normal con la excepción de que estaba totalmente determinada a sacar a mi paciente de la cama. Quizá mi café era doblemente fuerte, ¿quién sabe? Mi paciente había tenido una apoplejía cinco días antes y estaba esperando en la cama en otra unidad para ser trasladado probablemente ese día. Estaba recuperándose de maravilla. Quería hacer todo lo posible por él. Había decidido temprano que quería sacarlo de la cama de cuidados intensivos y sentarlo en una silla.
Me llevé a un auxiliar de enfermería de mi confianza, que estaba tan motivado como yo, para que me ayudara. Era un chico grande y fuerte en el que confiaba. De hecho, confiaba demasiado en él. Dejé que mi confianza en las capacidades de otra persona nublara mi buen juicio como enfermera. Yo quería utilizar una grúa para colocar al hombre en la silla, pero mi auxiliar insistió en que podía hacerlo ya que había estado cuidando de él todos estos días. Estaba tan seguro (¡y es tan fuerte!) que decidí hacerle caso.
Colocamos al paciente, que tenía hemiparesia en el lado izquierdo, al borde de la cama. Fue duro. Cuando vi que apenas se ponía aguantar volví a pensar “Realmente deberíamos utilizar la grúa…” y se lo dije a mi auxiliar.
“No, no, nos llevará mucho tiempo prepararlo todo y es solo girar y doblar”, me dijo. Acepté a regañadientes. Nos llevaría mucho rato prepararlo todo, realmente se trataba solo de ponerle de pie, girar y sentar. Eso es lo que yo pensaba.
Lo pusimos de pie y era un peso muerto. Inesperadamente movió su pierna derecha lo suficiente como para hacernos perder el equilibrio y el control. Fueron tres segundos terribles. Nos comunicamos, reajustamos y le sentamos en la silla.
Me aseguré de hablar con el auxiliar sobre la gravedad de lo que podría haber sucedido y cómo deberíamos haber solucionado la situación. Realmente era importante transmitir urgencia y preocupación porque aunque había sido él quien me había convencido de levantar al paciente, yo era la responsable de la situación. Era la enfermera del paciente y la líder del equipo junto a ese auxiliar. Me disculpé con el auxiliar por no haber sido capaz de liderar adecuadamente.
El paciente estaba tan feliz de estar en la silla, fuera de la maldita cama finalmente, pero daba la sensación de estar deslizándose hacia adelante. Me senté con él en la habitación para asegurarme de que podía aguantarse sentado en la silla. Estaba un poco preocupada, aunque no demasiado. Decidí pedir consejo a mis mejores amigos del departamento de fisioterapia sobre la mejor manera de actuar. Afortunadamente ya estaban en camino para trabajar con él.
Hice historiales en su habitación para vigilarle hasta que llegaron.
Después de explicarles mi metedura de pata, me explicaron que después de verle el día anterior sabían que no estaba preparado para sentarse en una silla. No tenía la suficiente fuerza en el torso como para aguantar sin deslizarse hacia delante. Si hubiera leído sus anotaciones con atención, me hubiera dado cuenta de esto. Les miré mientras trabajaban con él y mi admiración por el departamento de fisioterapia aumentó. El estudiante de fisioterapia colocó al hombre en la cama de manera fluida y segura, posicionando correctamente la silla y utilizando la técnica y los mecanismos corporales. Y lo hizo sin la ayuda de nadie. Quedé superimpresionada.
Podría haber ido mal. Podría haberse caído por no escuchar mis instintos. Dejé que mi necesidad por hacer las cosas rápidamente nublara mi habilidad de juzgar apropiadamente la situación. Ni siquiera pensé en leer las notas de fisioterapia del día anterior que hubieran confirmado el sexto sentido de enfermera que me estaba diciendo para y revalúa la situación.
Aprendí varias cosas de esa situación.
Primero, confía siempre en tus instintos. El sexto sentido de la enfermera existe por una razón y debería haberlo escuchado.
Segundo, cuando no estás segura de levantar a un paciente, lee siempre las notas del fisioterapeuta. Comprueba lo duro que fue para ellos, la gente que intervino y sus recomendaciones. Son un pozo de sabiduría y son expertos en esa materia.
Y finalmente, haz un seguimiento con tu equipo. Si otras personas estaban involucradas en una situación que podría haber acabado mal pero afortunadamente no fue así, no dejes pasar la oportunidad. Este es un momento crucial para educar. Reconoce inmediatamente tu error en dicha situación y discute qué podrías haber hecho mejor como líder del equipo y cómo crees que esa situación debería haber ocurrido.