Sé que cuando has leído el título solo podías pensar en ‘¡¿¿Cuál es??! ¡Cualquier enfermera o aspirante a enfermera puede utilizar este consejo!
Vivimos en un mundo de vida y muerte. Creo que todos me van a dar la razón en esto. Podemos tener muchos niveles de definición cuando nos pregunta qué es un ‘mal día’. Al fin y al cabo, tenemos mucha responsabilidad a nuestras espaldas cuidando de nuestros pacientes y no queremos de ninguna manera cometer “ese error”. Todos cometemos errores. Sé que yo lo he hecho. Algunos son pequeños, algunos son grandes, algunos son impresionantes y otros son cómicos. Al final y al cabo, todos somos humanos ¿verdad? ¿No tenemos derecho a tropezar de vez en cuando?
Creo que CÓMO aprendemos de nuestros errores tiene bastante que ver con el impacto que tienen esos errores en nosotros. En la escuela de enfermería recuerdo que tenía un paciente que tenía un problemas con el intravenoso. La enfermera que lo atendía hizo algunos ajustes. Para arreglarlo, levantó la cama lo suficiente para tenerla a la altura de la cintura (seguramente para aliviar la tensión de su espalda mientras solucionaba el problema). Ese día era mi gran, el día de mi primer intravenoso. Podía preparar el catéter, cerrarlo en la bomba de infusión y colocárselo al paciente (creo que todos recordamos esa primera vez). Estaba supernerviosa. Había repasado los pasos antes de entrar en la habitación. Los repetí en mi cabeza mientras me acercaba a la bomba de infusión. Comprobé y volví a comprobar hasta tres veces los tubos. Revise los 7 derechos, etc., etc.
¡Colgué la medicación con éxito y la dejé infusionando correctamente sin alarmas ni estropicios! Cuando estaba a punto de abandonar la cama del paciente, mi enfermera supervisora me preguntó si me olvidaba algo. Me entró el pánico y silenciosamente repasé en mi cabeza todos los pasos cuatro veces. Comprobado, comprobado, recomprobado.
Me paré antes de responder no, todo estaba bien.
La enfermera instructora me lo preguntó por segunda vez. Volví a repasar los pasos, cuatro comprobaciones más de mi trabajo. Volví a contestar positivamente.
Esta conversación se repitió dos veces más hasta que el paciente finalmente me miró y amablemente (y bromeando) me dijo, “Obviamente está intentado decirte algo.”
Y por mi vida que no sabía de qué se trataba.
Mi instructora me dijo amablemente, “Bien, buen trabajo con el intravenoso, pero si el Sr. Smith quiere salir de la cama e ir al baño o cualquier otra cosa tendrá que saltar (y probablemente se caerá).”
Miré hacia la cama y ¡todavía estaba a la altura de la cintura! Estaba tan involucrada en mi tarea que me había olvidado que la enfermera había levantado la cama para poder solucionar el problema con el intravenoso!
Estaba mortificada. Se me había escapado algo tan básico, tan sencillo, pero TAN importante. Desde aquel día cuento esta historia a todo aquel que quiere escucharme. Nunca he dejado la cama de uno de mis pacientes a una altura insegura. Cada vez que dejo la habitación de un paciente siempre, siempre, siempre bajo la cama hasta el mínimo. La manera de aprender esa lección ha hecho que se quede incrustada en mi cerebro.
Desde entonces he cometido otros muchos errores. Algunos incluso más cómicos y algunos rozando lo terrorífico. Una vez entré los ajustes incorrectos para una infusión de un narcótico para un paciente. Cambié el orden de la concentración y los ajustes de la cantidad total de medicamento en la bomba de infusión. Gracias a Dios, el paciente estaba intubado y el error fue localizado rápidamente.
Bueno, volviendo a mi declaración original: ¿Cuál es el error que una enfermera jamás debería cometer?
El error del que no aprendes nada.
Aprender de tus errores es el proceso más importante para crecer y madurar como profesional médico. No aprender de tus errores te expone a volver a repetirlos.
Asegúrate de aprender de tus errores, no importa lo grandes o lo pequeños que sean, tus pacientes te lo agradecerán.