Eso es lo que pasa con la enfermería: cambia a la gente, más de lo que nos imaginamos. Y, por supuesto, las experiencias, las lecciones, las ganancias y las pérdidas, varían.
Drásticamente.
Sin embargo, si hay un acontecimiento relacionado con el trabajo que es común al 99.9 por ciento de las enfermeras es probablemente (vale, definitivamente) la necesidad creciente, y realmente es necesidad, de café que tiene una enfermera.
Vamos a explorar un típico patrón evolutivo.
Escuela pre-enfermería
Vale, dices que normalmente te gusta el café. Pero hasta ahora no te has alejado demasiado de los Frappuccino de mocha y caramelo.
Tienes algunos amigos que toman café solo, así que una vez lo probaste…
Después lo probaste una segunda vez:
Sin embargo, decides quedarte con esas bebidas sabrosas, parecidas a un postre, que conoces y adoras.
Ya sabes la típica bebida que se sirve con nata montada en la parte superior y, posiblemente, con virutas de algún tipo.
Empieza la escuela de enfermería
Oficialmente te has adentrado en ese abismo social profundo y negro llamado escuela de enfermería y la carga de trabajo es como una patada en la cara.
Llegados a este punto, empiezas a cuestionarte si ese Frappuccino va a ser suficiente para ti, en parte porque no lo tienes a mano, en parte porque pensar en tomar cuatro al día parece excesivo.
Por eso, crees que hay que hacer algo…
Decides volver a darle otra oportunidad al café solo (sin adornos).
¿El veredicto? Bueno, esa cosa no está tan mal.
Cuando llevas ya un trimestre del primer curso de la escuela de enfermería
Ahora que sabes que puedes beberte toda una taza de café solo (más 16 terrones de azúcar), decides almacenarlo antes de que lleguen los exámenes.
Una sesión de evaluaciones y veinte tazas más tarde, estás totalmente inmersa en estudiar.
Empiezas a preguntarte cómo has podido prescindir durante tantísimo tiempo de una taza de café recién hecho. La de cosas que podrías haber llegado a hacer…
A mediados del primer año en la escuela de enfermería
A partir de este momento, las cosas empiezan a cambiar. Lentamente pero con seguridad, empieza a crecer tu dependencia del café. Tanto que esta versión de rutina matinal no te parece nada extraña:
Además, la cafetería de tu barrio está empezando a notar sequía de café. Y aunque no señalamos a nadie…
De hecho, quiero 16 tazas de café
Estamos seguros de que tú tienes la culpa.
Graduación
Has sorteado la tormenta de la escuela de enfermería, pero has tenido que pagar un precio.
En estos momentos, ir un poco sobrada de cafeína es bastante normal.
Siento como si fuera un Chihuahua, como si temblara. ¿Sabes cuando están tan excitados que tiemblan y hacen pis?
Por eso, intentas rebajar la cantidad pero el cambio de rutina te hace estar un poco de mal humor…
Y baja de energía.
Entonces, pasa esto:
Cuando llevas ocho meses trabajando
El café se ha convertido oficialmente en el sustituto común de comidas.
Algunas veces lo tomas para desayunar…
Algunas veces para comer…
Algunas veces para cenar.
Hoy
Para bien o para mal, el café y tú sois un equipo. Sí, la cafeína te pone un poco nerviosa:
Y de vez en cuando tienes problemas para dormir:
Pero la mayoría de veces, es el pequeño impulso que necesitas para aguantar todo el día, poniéndote de cero a “guuuu-auuu” superrápido…
Para que puedas hacer cosas maravillosas.
Que es la razón por la que te dejamos con esto:
Nos gustáis los dos juntos.
Que tu taza esté siempre llena y tus sensores de descafeinado en perfecto estado.