Mi mamá y yo estábamos en la Feria de Bloomsburg, un evento anual de una semana en el centro de Pensilvania; Yo no era más que una adolescente en ese momento, hace al menos 20 años. Pero cuando estábamos caminando por uno de los puestos de exhibición, un señor mayor se desmayó, por lo que mi mamá rápidamente me apartó del camino para correr y ayudar a este hombre.
Entre lo que recuerdo, él estaba bien. Creo que debió haber perdido la conciencia por unos momentos y cayó. Por eso nos quedamos allí con él, hasta que mi mamá supo que había llegado ayuda, para así dejarlo al cuidado de otros profesionales y nosotras seguir nuestro camino. Yo aún recuerdo haberme quedado perpleja por el hecho de que ella literalmente había empujado a su propia hija fuera del camino para ayudar a un extraño, y creo haberle dicho algo al respecto en ese momento también.

Hoy en día, y al haber (finalmente) logrado estar dentro de la carrera de enfermería, cuando alguien me pregunta por qué elegí esta profesión, ese es el primer recuerdo que siempre viene a mi mente y creo que esa anécdota en especial es muy importante para mí, porque, inclusive hoy en día, ha sido cuando realmente llegué a ver a mi madre en acción, la cual ha sido enfermera por más de 40 años, ver ese “modo enfermera”. Quiero decir, y no me malinterpreten, ella cuidó de mí y de mis hermanos cuando estábamos enfermos, pero ella en esos momentos sólo estaba siendo nuestra madre.

Es algo completamente diferente e impactante cuando ves a alguien que crees conocer tan bien, haciendo lo que mejor hace y tal vez para lo que nació, allí te das cuenta de que hay una cantidad enorme de cosas que realmente no sabes. Ahora, en lugar de quedarme perpleja, miro hacia atrás, en ese instante, con asombro y pienso: “Wow, mi mamá era/es una enfermera increíble y acabo de verla en su elemento.”

Y eso es lo que significa para mí ser una enfermera. Me tomó un tiempo, mamá. Pero creo que finalmente lo he entendido.

Gracias a Tiffany Geiling nee Berg por escribir esta nota.