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Por 13 años consecutivos, las enfermeras han ocupado las primeras posiciones de la encuesta anual Gallup de Honestidad y Estándares Éticos en las Profesiones. Ciertamente es un puesto que las enfermeras se han ganado. Sin embargo, dentro de la profesión las enfermeras navegan por aguas turbulentas. ¿La fuente de toda esta tensión? El acoso en enfermería.
En un reciente artículo, que registra este extraño y a la vez generalizado fenómeno, Alexandria Robbins, autora de The Nurses: A Year of Secrets, Drama, and Miracles with the Heroes of the Hospital, explora el lado oscuro de la enfermería, un lado que ha conseguido pasar desapercibido para el público en general. Hasta ahora. Aquí tienes una muestra de lo que ha desenterrado:
[Hay] novatadas desenfrenadas, acoso y sabotaje tan destructivos que los pacientes pueden sufrir y, en unos pocos casos, han muerto. Las enfermeras me contaron numerosos patrones de conducta sobrecogedores: compañeros que retienen información crucial o ayuda, los rumores, insultos, favoritismos e intimidación o amonestar a las enfermeras hasta que abandonan.
Oh, y además…
El acoso parece estar empeorando, dice Gary Namie (Ph.D.) director del Workplace Bullying Institute en Bellingham, Washington, que recibe más llamadas de enfermeras que de cualquier otra profesión.
Por ejemplo, tienes a Christi, una enfermera de 27 años que atendió a un paciente inconsciente sin la ayuda de otras personas del equipo porque su llamada pidiendo ayuda fue totalmente ignorada. El paciente sobrevivió pero estuvo muy cerca de entrar en un coma fatal.
Ahora bien, casos extremos aparte, también existen las consecuencias graves fuera de las situaciones de vida y muerte:
Incluso cuando la camarilla no se comporta mal en situaciones críticas, ponen nerviosas a las enfermeras y esto afecta a su trabajo. En un hospital de Virginia, un grupo de enfermeras veteranas tiene un largo historial de maltrato a sus compañeras más jóvenes. “Las he visto darle a alguien múltiples pacientes que requieren un cuidado personal y después ponerse a mirar The Bachelor mientras la enfermera se esfuerza y va corriendo de un lado a otro”, dice Megan, 30, enfermera de maternidad. “Se pasan un 99 por ciento de su tiempo chismorreando”.
No hace falta decir que un entorno tan tóxico acaba pasando factura.
El predominio del acoso en enfermería es asombroso. Los investigadores dicen que al menos un 85 por ciento de las enfermeras han sido acosadas verbalmente por sus compañeras de trabajo. A nivel mundial, los expertos estiman que una de cada tres enfermeras deja su trabajo a causa del acoso y que el acoso, no los sueldos, son la principal causa de escasez de enfermeras a nivel global. (En los EE. UU., el Bureau of Labor Statistics (Oficina de Estadísticas Laborales) predice que para el 2022 habrá un déficit de 1.05 millones de enfermeras.)
¿Te acuerdas de Christi? Dos semanas después de su primer encuentro con el comportamiento malicioso, abrió su taquilla y se encontró una jeringuilla ensangrentada escondida entre su ropa. El ataque descarado y peligroso ahí quedó.
Cuando Christi pidió una investigación, dice que la dirección se negó a hacerla explicando que “No podemos despedir a 14 personas por una enfermera”. Después de que el hospital denegara su petición para cambiar turnos o cambiar de departamento, dejó la institución.
Entonces, ¿qué opciones tienen las víctimas?
Las víctimas del acoso en enfermería raramente tienen protección legal porque una agresión de una mujer contra otra no se considera discriminatorio. “A no ser que haya coarción sexual, no existe protección legal. Si tienes el mismo género, misma raza, estás atascada”, dice Namie. “El acoso es principalmente legal en América”.
No sorprende que el acoso sea normalmente pasivo, en lugar de una agresión descarada y directa. Pero las circunstancias varían dramáticamente y el campo de juego está a menudo desequilibrado.
Las enfermeras tienen todavía un mayor dilema cuando el acosador es su jefe. Los supervisores han penalizado a las enfermeras que no les gustan dándoles turnos no deseados, acumulando la carga de trabajo o asignándoles pacientes agresivos o difíciles. La profesora de enfermería Shellie Simons, Ph. D., de UMass Lowell declaró en un estudio del año 2010 que una enfermera le había contado, “Durante mi primer embarazo, como no le gustaba a la enfermera al cargo, me asignaba a los pacientes.”
Incapaces de expresar su frustración, bien sea por miedo o por querer salidas saludables, las enfermeras se atacan unas a otras. Pero hay enfermeras que afirman que todo este asunto se ha exagerado. Algunas de las que tienen más experiencia lo atribuyen a la sensibilidad y a los malos entendidos:
“Cuando estás en un entorno con tanta presión, simplemente reaccionas. Las enfermeras tienen que ser capaces de soportar esto. Si te dejas llevar por la ansiedad de la situación te pierdes los detalles del cuidado del paciente que pueden marcar la diferencia entre la vida y la muerte”, dice Meghan, 30, una enfermera pediátrica de Pennsylvania. “La gente hace cosas en los hospitales que no harían en la vida real, como perder los nervios. Si te lo tomas personalmente afectará a tu rendimiento en el trabajo. Supéralo.”
Parece claro que la situación no es siempre blanco y negro. Sin embargo, hay líneas que no deberían cruzarse.
“Las familias nunca lo saben”, dice Namie. “La víctima inconsciente en todo este asunto es el paciente que sufre porque las enfermeras veteranas quieren jugar con las enfermeras más jóvenes. Pero hay consecuencias de vida y muerte”.
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