Jeff Richardson
En las profundidades del humor negro, encontrarás una larga cola de enfermeras deseosas de desembuchar pensamientos que a veces son un tanto escabrosos. Como enfermera de Cuidados Intensivos pronto descubrí que la única manera de sobrevivir esos escenarios de vida o muerte propios de las urgencias es mediante el humor. La risa, aunque algunas veces se considere inapropiada, incómoda o de mal gusto, es necesaria para sobrevivir.
Mientras recibimos golpes desde todas las direcciones, luchando con firmeza para proteger a nuestros pacientes de las enfermedades y malestares, médicos y diarreas, hacemos todo lo que podemos hasta que no podemos hacer nada más. Llega un punto en el que tenemos que reconocer que no podemos salvar o cambiar o inspirar a cada uno de los pacientes que conocemos. Darse cuenta de eso, después de estar peleando con uñas y dientes mientras rezamos al cielo, es doloroso.
Trabajar en esas condiciones de alto riesgo cada día te lleva a desarrollar un mecanismo de defensa que parece combatir esas situaciones: un sentido del humor retorcido. El tipo de humor negro. La clase de cosas que solo hacen gracia a otras enfermeras y que hacen que el resto del mundo te mire mal y se horroricen. Sin embargo, no lo hacemos a expensas de nuestros pacientes, lo hacemos por nuestro bien. Cuando un grupo de enfermeras está teniendo uno de esos días en los que la muerte y la destrucción corren descontroladas por la unidad, que no te sorprenda que alguien se le escape de vez en cuando un chiste relacionado con la caca.
Las enfermeras somos un grupo excéntrico. Nos abrimos camino a través de una montaña de desafíos para proporcionar cuidados, consuelo y seguridad, ya sea en hospitales, casas, escuelas o empresas. Se nos alaba como si fuéramos ángeles y héroes, guardianes y protectores, si eso no es presión no sé que será. Por otro lado, solo hace falta una mala experiencia en un día especialmente malo para que se nos tache de gandulas, estúpidas, incompetentes y desagradables. Con la risa podemos combatir el agotamiento físico. Con el humor podemos deshacernos de nuestras lágrimas. Con bromas y alguna burla de vez en cuando, añadimos un poco de color a lo que de otra manera sería un día negro.
Cuando algo sale mal con un paciente, desde un ligero inconveniente hasta algo extremadamente importante, los gritos, las quejas, los enfrentamientos, los llantos y algunas veces hasta la orina, van a parar a la enfermera. Es en estos momentos, esos que hacen tan difícil la enfermería pero que también hacen que valga la pena, cuando debemos tomarnos unos milisegundos para recordar, en medio del desorden y la locura: muchos no podrían hacer lo que nosotras hacemos. Solo unos pocos pueden decir que han visto una vida acabar u otra empezar. Poco se sabe o se entiende sobre cómo completos desconocidos nos despedazan, desgarran desde dentro y nos hacen sangrar, por ser enfermeras.
Reímos para no perder la razón. Reímos mientras nos hundimos. Y algunas veces el mejor remedio para los golpes y las contusiones son los chistes verdes, las carcajadas y un equipo para compartirlo.