¿Alguna vez has visto a un doctor recién llegado hacer enojar a un grupo de viejas enfermeras?
Tampoco yo… hasta hace un par de semanas. Comenzó inocentemente, como uno de esos cuentos de hadas con una chica hermosa y un chico guapo. También terminó como uno de esos cuentos de hadas—del tipo en el que la madrastra tiene que bailar con zapatos al rojo vivo hasta que cae muerta.
El Dr. Vizzini ha tenido—debo decirlo—el hábito de incordiar a las personas. En este caso “Incordiar” significa “atacar a tus subordinados durante las rondas para humillarlos y hacer valer tu superioridad”. En el servicio con el que trabajo la mayoría de las veces no se incordia a nadie, pero este doctor lo hizo. Incordiaría a las enfermeras durante las rondas, corregiría sus informes de la manera más condescendiente posible y luego se despediría después de darle pequeños paquetes de polvo de iocane a todo el mundo.
Así que las enfermeras se pusieron serias. Para cada paciente que siguió, preparamos dos hojas: una con las preguntas que él probablemente haría, y una de su plantilla de informe súper especial. Recibimos la ayuda de los terapistas físicos y ocupacionales y de los patólogos del habla, junto con las áreas de nutrición y psiquiatría, y tuvimos representantes de cada disciplina acompañándonos. Durante los tres días que estuvo fuera haciendo su trabajo en otro lugar, nos preparamos.
Y cuando regresó, se encontró con una unidad de cuidados intensivos que estaba lista para él. Informamos de la manera que le gustaba, sin dejar por fuera un solo síntoma o malestar. Sabíamos exactamente qué rama de qué arteria podría haber causado el problema en cada paciente y cuál sería el tratamiento recomendable. Los miembros de las otras disciplinas prepararon informes precisos y cuidadosos sobre cada paciente, y los entregaron con aplomo en las rondas. Estaba encantado. Estaba impresionado.
Se ruborizó cuando todos nos pusimos de pie en la estación de enfermeras a su llegada, y nos ofrecimos a llevar su bolso en las rondas. Pero entendió el mensaje.
Diré a favor del Dr. V. que se tomó todo el asunto con sentido del humor. Y también aprendí algo: en lugar de murmurar cosas insultantes a la espalda de alguien, encontré mucho más entretenido hacer un llamado de atención con amabilidad y burlarme de sus métodos. Defenderte cuando te enfrentas a una persona irrespetuosa, incluso si esa persona es tu superior, no tiene que ser terriblemente aburrido o problemático.
Aunque, honestamente, hubiera sido más divertido si nos hubiésemos organizado para dispararle con un lanzallamas y lanzarle ratas enormes.