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Cosas secretas que REALMENTE piensan las enfermeras

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Jupiterimages | BananaStock | Getty Images


Todas las enfermeras los tienen: esos desagradables pensamientos no muy propios de una enfermera que se cuelan en tu cerebro como hurones durante una dura jornada laboral.

Son los pensamientos que los civiles desearían que jamás tuviéramos, los que te hacen sentir culpable, los que nunca admitiremos tener hasta no estar en un lugar seguro y con el estado de ánimo bien engrasado.

La Tía Jo tiene esos pensamientos y no teme compartirlos. Seguid leyendo, mis pequeños…

1. Algunas veces no me gustas nada.

¿En serio? Algunas veces me tocas las narices. Da igual quién seas “tú”, un médico, un paciente, un miembro de la familia, un técnico del laboratorio o el chico que entrega la pizza: de vez en cuando me tocas las narices. Al fin y al cabo, soy simplemente humana, y este trabajo puede tener unos niveles de estrés que hacen que la alerta roja de seguridad parezca un día de picnic en una novela victoriana.

Aunque parezco paciente y cariñosa, por dentro estoy que hecho humo. Lo solucionaré con AA: Advil y Alcohol, la terapia escogida por las enfermeras.

Yo tampoco –>

2. Algunas veces yo tampoco me gusto demasiado.

Algunos días cuando no tengo tanta paciencia o tengo problemas de comunicación o las cosas parecen no salir bien, me odio a mí misma. Requiere un poco de esfuerzo recordar que no por hacer cosas estúpidas soy estúpida, simplemente estoy teniendo un momento estúpido. De la misma manera, cometer una equivocación no significa que deba devolver mi licencia. Significa que he cometido un error. Algunas veces estos sentimientos me paralizan, incluso después de una década siendo enfermera, y me pregunto si no debería volver a servir mesas.

Tratando con médicos –>

3. Respiro profundamente y me tengo que contener cuando determinados pacientes salen de cirugía.

Los pacientes de algunos doctores salen de cirugía entubados, fríos y físicamente exhaustos cuando aún están inconscientes. Hay doctores cuyos pacientes son tan viejos y pobres y están tan malnutridos, enfermos o necesitados —sin ser culpa suya— que incluso una cirugía menor es para ellos una gran reto. Y hay doctores que entran y salen tan rápido de la habitación que dejan a sus pacientes con más preguntas que respuestas.

Cuando os veo venir, pacientes de esos doctores, me tengo que controlar. Sé que va a ser una larga noche. Sé que experimentareis dolor, que tendréis miedo y que me costará localizar al cirujano para que me dé instrucciones. Lo mejor que puedo hacer en algunos casos es simplemente estar a vuestro lado. El único consuelo que puedo ofrecer es que mientras estáis sufriendo yo no pienso en ninguna otra cosa.

Decisiones de vida o muerte –>

4. Algunas veces me pregunto si he matado a alguien.

Este es uno de esos pensamientos de media noche que todas las enfermeras hemos tenido con uno o dos pacientes. ¿Y si la medicación que le he dado a esta persona ha acelerado su muerte? ¿Qué pasa si el procedimiento médico que hemos realizado ha hecho que se fuera directamente a pique? ¿Qué podría haber hecho diferente?

Inferioridad –>

5. No quiero a una enfermera como yo cuando me operen.

Debido a que nunca te ves con los buenos ojos de otras personas, me da miedo acabar con una enfermera como yo si alguna vez me operan. En el fondo sé que soy una buena enfermera, que hago todo lo que se espera de mí y mucho más, pero me veo todos los pequeños defectos cuando estoy trabajando. Sé que a veces hago chapuzas para poder pasar más tiempo haciendo cosas que creo son más importantes, como sentarme al lado de un paciente a las 3 de la mañana. Sé que puedo estar muy resentida con un residente. Sé lo mucho que lo intento y lo duro que trabajo, pero de alguna manera nunca me parece que soy tan buena como la gente con la que trabajo, a los cuales idealizo.

Una vez enfermera, siempre enfermera –>

6. Nunca, jamás, jamás de los jamases haré otra cosa.

Si me tocara la lotería mañana, ¿seguiría trabajando? Puedes apostarte mi ancho trasero que lo haría. Amo lo que hago con una intensidad que jamás hubiera esperado sentir y amo a mis pacientes —incluso los que me vuelven loca— con la misma intensidad. La enfermería tiene momentos de gran aburrimiento y tareas repetitivas y momentos de trabajo duro, sucio y bruto, pero cuando algo es bueno, no hay nada que lo supere. No hay mejor sentimiento que cuando alguien te dice, “Antes estaba asustado pero me has hecho sentir mucho mejor.” No hay otras palabras que me hagan enorgullecer tanto como “Gracias, enfermera.”

Quiero ser cada vez mejor en mi trabajo. Quiero hacerlo todo bien, seguir mejorando mis habilidades y seguir aprendiendo cosas nuevas. Cada interacción que tengo, no importa en qué lado de la cama esté, es una oportunidad para mí de mejorar en mi trabajo. Y eso me encanta.

Una oportunidad increíble –>

7. Por todas esas cosas, buenas y malas, soy increíblemente afortunada.

Mucha gente tiene la oportunidad de tener un impacto positivo en la vida de dos o tres personas. Yo he tenido mis dos o tres y solo llevo trabajado un tercio de mi carrera. Soy la mujer más afortunada que conozco. Trabajo más duro que cualquiera de mis amigos. Tengo más problemas que la mayoría de la gente. Tengo unos horarios de locura, me duelen los pies y en ocasiones mi trabajo es peligroso y sucio.

Soy enfermera. Y todavía hoy sonrío de oreja a oreja cuando lo digo.

 

Agatha Lellis
Agatha Lellis is a nurse whose coffee is brought to her every morning by a chipmunk. Bluebirds help her to dress, and small woodland creatures sing her to sleep each night. She writes a monthly advice column, "Ask Aunt Agatha," here on Scrubs; you can send her questions to be answered at askauntieaggie@gmail.com.

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